Me gustan los museos, pero un museo donde se puede comprar un sarcófago egipcio o unas monedas de la época de los cesares, un silbato maya o una caja de madera en la cual traían plátanos desde Curazao, es algo extraordinario e imposible de no experimentar. No es precisamente un museo, se trata del Barrio de los Espejos en Amsterdam, son varias cuadras de casas de antigüedades, pero no como las de la Ilé de la Cité , o el mercado de pulgas de la Lagunilla, ni siquiera en la mejor de Soho, en el Spiegelkwartier me encontré piezas de la dinastía Ming, un Stradivarius, monedas fenicias, un reloj que estuvo en Versalles, flautines bolivianos, pinturas de beduinos árabes, esculturas en coral rosado, barajas de la época medieval y cientos de vajillas hechas en China con motivos holandeses, muchísimos muebles de maderas africanas con delicadas decoraciones y cajones secretos, también pifias como una mini cabeza olmeca (las de 15 pesos del mercado de artesanías de Villahermosa) o un ratoncito de terciopelo que parecía borrego rosa, imanes para el refri o un destapador de chelas con forma de pene. Por eso siempre recuerdo la explicación de mi amigo Norbian "Todos los locos divertidos de holanda se fueron a vivir a Amsterdam y dejaron a los esquizofrénicos y aburridos en Den Haag", claro! el vive en La Haya.
Este barrio en Amsterdam esta a las espaldas del magnifico y excitante Rijksmuseum y a dos minutos del museo VanGogh, dentro del área está el restaurante italiano carísimo "Pasta e basta", donde cada mesero mientras sirve la pancheta o una pasta a la carbonata, entona una pieza de opera, por si fuera poco existe una sucursal de los diamantes Lazare. Yo dormí en ese barrio en un B&B estilo inglés con un desayuno tan pero tan bueno que si me concentro lo puedo recordar.
Definitivamente para disfrutar este paseo por el barrio de los espejos hay que conocer un poco de la historia de Holanda, los piratas, el comercio con China y Japón, la crisis económica, y el saqueo en la guerra